10 de julio de 2012

Stefford #1

Las puertas de la fortaleza de los Tintalle se abrieron de par en par con un desagradable chirrido. Estaba amaneciendo y los tenues rayos del sol ya comenzaban a iluminar unos muros que parecían casi fantasmales. Ante las puertas se había congregado toda la delegación de los Thorton. Stefford estaba delante de todos ellos, le dolía la cabeza… quizá bebió demasiado vino la noche anterior, ya no se acordaba ni qué pretendía olvidar.

«¡Ah, sí…! –Exclamó para sí mismo. Tenía que ir ahora a Rasgacielos, a decirle a su hermano Erryk que se había prometido con la hija de lord Arthur, la vivandera que encontraron en el Manantial de Jade–. Maldita sea… veremos si lo aprueba mi hermano, no me hace ninguna gracia a mí tampoco casarme con una antigua vivandera, pero por los siete que voy a reformarla, Adelia se encargará de ello. Es noble y tiene tierras, las quiero para mí, y ni Erryk ni el fantasma de Aeris II me lo va a impedir». Dirigió su vista hacia atrás y observó que todo el mundo estaba mirándole, esperaban que diera la orden para ponerse en marcha.

Stefford estiró de las riendas y puso en movimiento a su caballo, su nuevo caballo. El anterior había muerto en la justa de los Tintalle, un caballero banderizo se lo envenenó con la idea de apearle del torneo, pero nadie contaba con la perseverancia y el arrojo de Ser Stefford. Su amigo equino ahora yacía bajo tierra, debía olvidarse de él aunque era complicado, con él perdió frente al propio Jaime Lannister en el torneo del día del nombre de Joffrey en Desembarco del Rey, nunca una derrota le había sabido tan dulce pese a la frustración acumulada.

–¡Tío, ser tío! – Aran se adelantó y se puso a la altura de Stefford mientras avanzaban lentamente con los caballos. –¿Estás contento? Por fin os casareis, e incluso tendréis más tierras que mi padre ¿A qué ha sido una estupenda idea? – Dijo Aran mientras esbozaba una sonrisa en su cara.

Stefford se quedó en blanco. «Aun no sé si esto es buena o mala idea. ¡Maldita sea, claro que es buena idea! Me voy a quedar con sus tierras, eso desde luego compensará que me llamen el putero de las Tierras de la Tormenta, podré tener un feudo. ¡Jódete Erryk!». Levantó la mirada hacia su sobrino y le dijo dulcemente. –Por supuesto que lo es, tu prometida tuvo una idea excelente al proponerlo–. «De hecho cuando lo propuso tuve unas ganas tremendas de estrangularla, pero ahora ya no– se dijo Stefford.»

–A partir de ahora te divertirás mucho más, ¿eh tío? –. Aran le dio un par de palmaditas en la espalda. Stefford no sabía muy bien a que podría referirse, si la perspectiva de tener a Elyn dispuesta a irse con él a la cama o de las constantes burlas que sufriría por el pasado de la muchacha. Había servido como vivandera en el Manantial de Jade, en Desembarco del Rey, todo por las desavenencias con su padre. «Maldito lord Arthur… ¿cómo consintió que una flor tan bella se marchitara de aquella forma?… Pero no se ha de preocupar, yo seré su salvador, yo le haré ir por la senda correcta a partir de ahora, y nada ni nadie podrá detenerlo».

Stefford se acomodó mejor en la silla y giró medio cuerpo hacia su sobrino. –Verás Aran, esto no es un juego, tener una esposa es más que una mera diversión. Eres joven y tienes una visión de la vida que sólo tenéis los jóvenes–. Dijo Stefford en tono solemne. «De hecho, esto significa que se me acabó la diversión… ¡Maldita sea, sabía que esto al final ocurriría! Aun así me da igual… me divertiré cuando quiera y donde quiera… además, yo siempre seré joven».

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