23 de julio de 2012

Adelia #4



Acaba de amanecer, el sol ya empezaba a alzarse imponentemente sobre el cielo a pesar de que sus rayos aun carecían de fuerza. Adelia estaba en el patio de armas del castillo de Rasgacielos, frente a ella había una carrera, tres palafrenes, siete destreros y unas cuantas sacas. «Vaya, siempre soy la primera en levantarme. Los mozos lo han preparado todo pero aún no ha bajado nadie. No sé si este viaje servirá de algo, y todo por una pelea… ─ pensó Adelia.»

El día anterior ser Stefford y lord Erryk tuvieron uno de sus típicos encontronazos. El caballero hizo enfurecer al señor, y este como reprimenda le ordenó a su hermano que viajara de inmediato a las tierras de los Dawson, una vez allí Stefford cerraría su matrimonio con la hija de lord Arthur. Adelia recordaba a lord Erryk enfurecido, gritando delante de todos los comensales en el salón del castillo, mientras cenaban. Ya se había acostumbrado a los continuos choques entre ambos hermanos, en ocasiones eran rápidos y fugaces, en otras podían parecer eternos, llenos de improperios y acusaciones. Se entristecía enormemente cada vez que sus dos primos llegaban a esa clase de situaciones tan tensas, siempre intentaba mediar pero generalmente no funcionaba. Eran tan distintos, pero a la vez tan similares... si algo compartían era su cabezonería.

Una puerta que daba al patio de armas se abrió, de ella salió Axel Whitehill, primo de Adelia. Era un caballero proveniente del norte, su madre era una Thorton que se casó con un caballero de la casa Whitehill, vasallos de los Bolton.

─ Saludos primo, ¿vais al venir al viaje? ─ Dijo Adelia cortésmente.

─ Así es mi querida prima, ser Stefford me dijo que os acompañara, así conocería a su futuro suegro. Además creo que no se fía de ese viejo, y mi presencia quizá pueda llegar a ayudar si surge algún contratiempo. ─ El norteño sonrió.

─ ¡Oh! en ese caso será todo un placer que nos acompañéis. ─ la septa asintió con delicadeza.

Adelia coincidía con Axel, su presencia podría ir bien, nadie sabía cómo reaccionaría lord Arthur. Su primo era enorme, además era muy bueno manejando el mangual o incluso el lucero del alba. Sin duda su imponente figura podría disuadir a lord Arthur de realizar algún tipo de locura. Chalaron durante un momento mientras esperaban, recordaron momentos de su infancia cuando coincidieron en Rasgacielos. Al rato la puerta volvió a abrirse, esta chirriaba como si la estuvieran torturando, tras ella se asomó la figura de Lester, el grácil bardo que contrató ser Stefford. Le siguió Lyn Dawson, la prometida de Stefford.

Los ojos de Lester se clavaron en Adelia, parecía que estaba a punto de entonar una de sus canciones cuando la septa le lanzó una mirada asesina. El bardo se mostró dubitativo, no sabía si entonar la canción o no. «Como cante una de sus irritantes canciones no sé qué le haría, no entiendo como mi primo lo mantiene aún aquí. Bueno sí, lo sé de sobra… ─ Pensó Adelia mientras suspiraba.» Lester optó por abandonar su idea de cantar, parecía que la mirada de Adelia le inspiró cierto temor. Su cara se tornó triste e inocente, aparentaba profundamente compungido. «¡Teatrero!, sólo el dios de los siete rostros sabe que se oculta tras esa máscara que lleva, seguro que en su interior está la semilla de la traición. La pregunta es para quién trabaja, y cuándo y dónde ejecutará su plan.─ Pensó Adelia mientras miraba a Lester fijamente con sus profundos ojos verdes.»

La puerta se abrió como si le hubieran propinado una patada, y tras ella apareció ser Stefford con rostro sombrío.

─ Mi querido primo, ¿qué os ocurre? ─ Se acercó Adelia algo preocupada.

─ Adelia, por favor, hablad más bajo, me duele muchísimo la cabeza. ─ Dijo Stefford mientras se sostenía la frente con su mano derecha en ademán de sufrimiento.

Adelia se quedó observando hasta que se dio cuenta, en ese mismo instante arqueó una ceja en silencio. «Será posible… se ha quedado bebiendo hasta las tantas. Yo no entiendo a estos hombres, sabiendo que va a enfrentarse al que puede ser su futuro suegro y se emborracha la noche de antes. Es increíble, esto no es un juego. ─ pensó Adelia indignada.»

La septa se giró y vio al joven Harren, no sabía de dónde había salido pero tenía la misma expresión de cara que Stefford, incluso peor. Adelia volvió a mirar a Stefford, después condujo su mirada a Harren. «Mira que obligar al joven a que se emborrachara hasta llegar a vomitar. Aunque parece que los siete les están dando su justo castigo, ambos tienen resaca, y parece que fuerte. Uno por obligar al muchacho a emborracharse y el otro por haberse dejado provocar y pecar de brabucón. Estos hombres… cuanta flaqueza y cuanta perversidad pueden llegar a albergar en sus almas. Aun así, no hay pecado sin castigo. ─ reflexionó Adelia mientras les observaba de forma regia.»

Stefford intentó montarse en su destrero, al ver que casi se cae propinó un desafinado grito. ─¡Maldición! ¡Tú, mozo, ven aquí a ayudarme! ─ el noble se quedó frente a su caballo musitando mientras esperaba a que el mozo se acercara para asistirle. Era evidente que la resaca había mermado el equilibrio de ser Stefford. El mozo se acercó e intentó ayudarle a subir.

Stefford lanzó una gélida expresión mientras sacudía su mano en tono despectivo ─lárgate de mí vista. ─ El mozo agachó la cabeza y se retiró. «Espero que no siga de tan mal humor cuando llegue a Fuerte Sombrío ─ supuso Adelia.»

Por otro lado, Harren subió aupado por Galbart, el guardia que siempre le acompañaba. Adelia le observó con curiosidad.

«Ese hombre me da mala espina, nunca habla, lo observa todo. Además… ¿qué necesidad tenía el muchacho de venir con un guardia personal? A menos que… realmente no se fiara de nosotros. ─ pensó Adelía mientras fruncía el ceño ligeramente.─ Esta familia me da mala espina, ese muchacho no me inspira ninguna confianza… Además para colmo tiene sangre valyria, no lo ha dicho en ningún momento, pero ese pelo… y ese brillo en sus ojos… ─ Adelia parecía inquieta. »

─¡En marcha! ─ Gritó Stefford. Su alarido sonó más lastimero que regio, de hecho, tras pronunciar las palabras se llevó su mano a la frente y su rostro se llenó de dolor mientras apretaba los dientes.

«Menuda resaca tiene. Aunque juraría que el ayer no bebió tanto como para acabar así ─ sopesó Adelia».
La comitiva se puso en marcha, atravesaron el portón de Rasgacielos y siguieron por un pequeño camino rodeado de pinos soldado. Conforme avanzaban el sendero se iba volviendo cada vez más angosto y serpenteante. La tierra que pisaban pasó a ser piedra desnuda y un enorme precipicio caía a su izquierda. Lyn, la prometida de ser Stefford se asustó, no estaba acostumbrada a aquellas alturas, y pese a haber sido vecina de los Thorton, ella había vivido en unas llanuras, y no en una zona de montaña. Pidió montarse junto a Stefford, el caballero accedió, y ella se agarró a él lo más fuerte que pudo. ─ Sujetaos a mi cintura, mí señora, yo he hecho este camino cientos de veces, no debéis temer ─ dijo Stefford firmemente, aunque hubiera sonado más solemne si no fuera por la resaca. En el camino de ida Lyn ya se había asustado, pero en la bajada la muchacha se atemorizó mucho más.

El camino se hizo más transitable pasadas unas cuantas millas. La piedra dejó paso al barro, el día anterior había llovido y había dejado el sendero embarrado. El carro que portaba los víveres y unos cofres se atascó varias veces en el lodo, los soldados que los acompañaban se encargaron de desatascarlo no sin dificultades. Aquello retrasó la marcha.

Al final divisaron en el horizonte el pueblo de Praderaparda. ─ Mi hogar, el que mi hogar durante tanto tiempo… ─ dijo Lyn con melancolía.

─ Enseguida estaréis allí y podréis ver a vuestro señor padre, estoy seguro que lord Arthur sabrá recibiros, saber que estáis viva le reconfortará mucho. ─ Respondió Stefford con dulzura.

«Sí, mi primo tiene razón, lord Arthur le recibirá con los brazos abiertos, es la única heredera que le queda, no tendrá más remedio. La cuestión es que hará después y cómo reaccionará ante el compromiso con Stefford. Los Dawson odian a los Thorton desde los tiempos de Aegon el Conquistador ─ se dijo Adelia. ─ Quizá esta sea la oportunidad para enterrar el hacha de guerra entre las dos casas… ojalá así sea, rezaré a la madre para ocurra. ─ Tras pensar esto, la septa cerró los ojos y suspiró.»

Avanzaron hasta llegar a las puertas del pueblo amurallado, en su interior estaba también el pequeño castillo de Fuerte Sombrío. Habían dos guardias a cada lado del portón, la muralla estaba algo descuidada, multitud guijarros y malas hierbas campaban a sus anchas alrededor del cercado.

─¡Soy ser Stefford Thorton! Castellano de Rasgacielos y hermano de lord Erryk Thorton. Vengo a hablar con lord Arthur Dawson, además, me acompaña conmigo su hija y única heredera lady Lyn Dawson. Por ello solicito que me dejen pasar. ─ Dijo Stefford.

«Vaya, parece que el aire fresco ha hecho que la resaca se le pasara. Parece otra persona ─ pensó Adelia».
Ambos guardias se miraron desconcertados, no sabían muy bien que hacer hasta que uno reaccionó. ─ Enseguida le llevaremos ante lord Arthur… ─ Se giró, dio unos golpes en la puerta con su alabarda y gritó para que les abrieran. Durante unos instantes uno de los grandes portones estuvo chirriando hasta que ya estuvo lo suficientemente abierto para que la comitiva a caballo y el carro pudieran pasar.

Una vez estuvieron dentro del pueblo Adelia se sorprendió. «El pueblo está cochambroso y sucio, se nota que apenas tienen dinero para reparar las casas o mantener bien el camino. ─ Adelia se dio cuenta que la gente les observaba en la distancia y cuchicheaban sobre ellos. ─ Nos miran con rareza, parece hasta que nos odian, no me extraña, están pasando hambre se les nota en la cara. Sin embargo nosotros… nobles… bien comidos… bien vestidos…» Adelia bajo la mirada, avergonzada de la situación. Sabía que no podía ayudar a aquella gente, lo único que podía hacer era rezar por ellos. Pero algo la sobresaltó.

─ ¡Tomad, tomad todos, gentileza de Lyn Dawson y de la casa Thorton! ─ Adelia se giró y vió a Lyn lanzando venados de plata a la gente. Aquello provocó que la muchedumbre se agolpara sobre ellos.
«¿Pero están locos? Esto nos va a poner en problemas… la gente está desesperada, nos podrían llegar a hacer daño… Estoy segura que es obra de mi primo ─ pensó Adelia y al instante dirigió su mirada hacia su primo Stefford. Él estaba miraba divertido a Lyn, y Adelia comprendió en ese mismo instante que había sido idea suya.»

El palafrén de Adelia empezó a relinchar y a moverse de un lado a otro nervioso por el gentío. Los lugareños se agolpaban y extendían sus manos mientras Lyn lanzaba monedas al aire y la multitud se abalanzaba sobre ellas. Se peleaban, se daban codazos, patadas, pisotones… Stefford consideró que ya era suficiente y pidió a Lyn que se detuviera, aun así la gente continuaba agolpada. Ser Stefford hizo una señal a sus soldados y estos intentaron apartar al gentío y continuaron por las calles.

«Lo conozco, no lo ha hecho por caridad, lo ha hecho para desafiar a lord Arthur y como muestra de poder… Pero me alegro, gracias a su gesto mucha gente podrá tener una sonrisa en su cara durante mucho tiempo ─ pensó Adelia ». La septa se sentía contrariada, aquel acto había sido una temeridad, podían haber sido arrollados por el populacho. Sin embargo se sentía aliviada, algunos podrían tener mendrugos de pan y sopa caliente durante una larga temporada.

Llegaron a las puertas del pequeño castillo, Fuerte Sombrío, y la verdad es que su aspecto hacía honor a su nombre. La base del castillo estaba enegrecida y cubierta por una gran hiedra que parecía escalar casi hasta las almenas, y parecía que llegaba a cubrir ventanas incluso. El soldado que les acompañaba habló con los guardias de la puerta, estos les abrieron los portones. Una vez dentro dejaron sus caballos en las caballerizas y los guardias de ser Stefford descargaron un cofre de pesada apariencia del carro.

Stefford bajó del caballo, esta vez sin ayuda. Llevaba un jubón verde con ribetes dorados y unos discretos adornos florales. Se colocó con elegancia unos guantes blancos e hizo un gesto hacia uno de los guardias Dawson. Este les abrió una puerta y les invitó a pasar. Entraron en una sala amplia, donde habían colgados varios tapices. Uno representaba el emblema de los Dawson, un fondo verde cuarteado con una manzana en medio atravesada por una flecha. Adelia se quedó mirando fijamente los tapices y determinó que se habían deteriorado algo. ─ Parece que no han debidamente mantenidos ─ pensó Adelia. Cuadraba, los Dawson aparentaban no tener muchos criados y eso se reflejaba en el mantenimiento del castillo y del pueblo, además tenían pocos guardias y la gente del pueblo parecía hambrienta. Sin duda la casa de la prometida de su primo pasaba por muy malos momentos.

Subieron por unas escaleras y a continuación pasaron por varios pasillos hasta que llegaron frente a una puerta grande y flanqueada por dos grandes pilares de mármol. El guardia se detuvo y les dijo. ─ Voy a anunciarles a lord Arthur, aunque les aconsejo que no entren todos… ─

─ Entraremos yo, mi prima Adelia y mi primo Axel, el resto no será necesario ─ dijo Stefford.

─ De acuerdo ─ el guardia asintió, abrió la puerta y pasó. Al rato volvió y les pidió al caballero y a sus acompañantes que entraran, el resto se quedó fuera en el pasillo esperando.

Entraron en una sala ancha, con varios ventanales al fondo, pero pese a la luz que se colaba por ellos el lugar seguía parecieron lúgubre y sombrío. Las paredes eran de piedra gris, pulida pero discreta, el lugar carecía de obstentaciones. Un hombre mayor estaba sentado en una larga silla de madera al fondo de la sala. Su rostro estaba bastante desgastado por la edad, a pesar de ello tenía una cara robusta y una blanca barba que le llegaba a la altura del pecho.

─ ¡Hija mía! ─ Exclamó el hombre mayor alzándose tímidamente de la silla.

─ ¡Padre! ─ Lyn salió al encuentro de su padre, lord Arthur.

«¡Oh! Sin duda un momento conmovedor ─ pensó Adelia.» Ambos se fundieron en un profundo abrazo, se miraron a los ojos y el señor besó a la muchacha varias veces en la frente. Estuvieron un rato hablando en voz baja, Adelia comprendió que ambos necesitaban compartir ciertas impresiones, hacía tiempo que no se veían y lord Arthur daba a su hija por muerta.

Stefford empezó a impacientarse y carraspeó llamando la atención tanto de lord Arthur y de Lyn.

─ Ser Stefford, permitidme que os de mil gracias. Habéis conseguido traerme a mi hija sana y salva. No sé cómo agradecéroslo. ─ Dijo lord Arthur.

─ Mi lord ─ Stefford hizo una reverencia ─ Era mi deber como caballero, la señorita debía volver con su padre. Yo sólo he hecho lo que se esperaba de mí. ─ Stefford sonrió cortésmente.

─ Sois un gran hombre, de hecho no me lo esperaba de un Thorton… pero este gesto puede ayudarnos a olvidar las continuas afrentas que hemos tenido en el pasado. ─

─ Mi hermano siempre os ha tenido gran aprecio… no sé por qué decís eso ─ contestó Stefford de forma burlona. ─ Además… ─ carraspeó ─ Vengo también a pediros la mano de vuestra hija. ─
Las palabras de Stefford cayeron como un jarro de agua fría sobre lord Arthur. El anciano miró a su hija y le preguntó ─ ¿Es eso cierto hija mía? ─

─ Así es padre, ser Stefford y yo queremos casarnos. Hemos venido para pedirte que autorices nuestro matrimonio ─ dijo Lyn.

─ Yo no sé, esto es muy prematuro, debería pensármelo. Habéis traído a mi hija sana y salva, pero… ─ advirtió lord Arthur no muy convencido.

─ Entiendo perfectamente vuestros recelos, pero… enseguida os mostraré algo que nos hará entender bien. ─ Stefford después de pronunciar sus palabras se giró e hizo un gesto a los soldados que portaban el cofre. Estos se adelantaron y lo dejaron caer frente a lord Arthur, acto seguido se retiraron de nuevo y salieron de la sala. Stefford se colocó delante del cofre y sonriendo lo abrió. Un montón de dragones de oro se asomaban, parecía estar a rebosar.

─ Mil trescientos dragones de oro. ¿Es suficiente para que dejéis de tener reticencias? ─ dijo ser Stefford con sorna.

La cara de lord Arthur cambió radicalmente, parecía que las puertas de los mismísimos siete cielos se habían abierto al unísono.

─ Creo que… sí, me encantaría teneros como yerno… ─ lord Arthur sonrió algo desconcertado.

─ Veo que nos entendemos… ¿eh? ─ Dijo ser Stefford con diversión.

Aquello no gustó nada a Adelia, parecía que estaba asistiendo a una subasta de animales en un mercado o una feria. Observó a la muchacha con tristeza, parecía alegre, pero en el fondo… debía sentirse como una mera mercancía. Ella había abandonado a su padre para no casarse con aquel mercader, y sin embargo acabó amando a Aran, para que después el muchacho se desprendiera de ella como si de un juguete roto se tratara. La habían convencido para que se casara con Stefford. ¿Ella lo amaba en realidad? ¿O simplemente lo hacía por obligación o convencimiento? Pensar en aquellas cosas le amargaba, pero el deber era el deber, y ella debía aceptar el matrimonio si finalmente Stefford y su padre así lo convenían.

Pero algo les interrumpió, unos sonoros golpes de oían desde el fondo de la sala, alguien golpeaba la puerta. Uno de los guardias se aproximó corriendo a lord Arthur y le susurró algo al oído. ─ ¡No, esto no debía suceder! ─ exclamó el anciano.

─ ¡Abrid en nombre del rey! ─ Se oyó un estridente grito desde el otro lado de la puerta. Aquella voz le pareció familiar a Adelia, la había oído en otro lugar, pero no sabía muy bien donde.

Las puertas se abrieron, y comenzaron a entrar soldados, los asistentes estaban perplejos. Stefford tenía los ojos como platos, y daba vueltas observando como los soldados se iban posicionando a izquierda y derecha rodeándolos. A la cabeza de aquel contingente estaba ser Meryn Trant, miembro de la Guardia Real. Era un hombre físicamente imponente, llevaba una armadura de láminas esmaltada grabada en oro. Poseía unos ojos adustos con bolsas, una gran boca con gesto amargado, y una canosa barba pelirroja.

─ ¡¿Lord Arthur Dawson?! ─ Dijo airadamente ser Meryn Trant.

─ Sí mi señor caballero, aquí me tenéis ─ afirmó el anciano mientras su hija le agarraba con fuerza desconcertada.

─ Vengo a arrestaros por orden de su majestad. El consejero de la moneda, lord Baelish está muy molesto por la excesiva deuda contraída con la corona. Ser Cortnay Penrose no ha querido hacerse cargo de vuestra ofensa, y ha traspasado el asunto a Desembarco del Rey. No me hagáis perder el tiempo y entregaos sin oponer resistencia.─ Ser Meryn Trant estaba visiblemente molesto, enseñó una carta lacrada con el sello real a lord Arthur. El anciano asintió. Mientras tanto el guardia real se giró y observó a ser Stefford. ─ ¡Tú! ─ Dijo de forma rencorosa.

5 comentarios:

Ayrell dijo...

¡Muy buena la crónica! Me han gustado las distintas reflexiones de Adelia. ¡Lester, teatrero! xDDD

Impactante lo de lord Arthur, nos quedamos de piedra cuando entró la guardia real. A ver cómo lo sacamos de esta...

pipolet dijo...

Fácil, sacando pasta del torneo y pagandoselo a baelish, xD... o no.

Masaryk dijo...

Arrggg!! Malditas tabulaciones... en fin, ya he rectificado una serie de fallos gordos que había en el texto, pero que muy gordos. Ya está adecentado, disculpad :S

Kitos dijo...

No creo que sea tan facil eso de "sacar pasta del torneo" o de "pagarselo al Baelish" xD

Por lore no vamos a llegar muy lejos, y el Master nos va a sacar hasta los dientes..... Stefford el desdentado, nuevo sobrenombre xDD

Por cierto, gloriosa cronica!!
Gran trabajo Masa, y menuda vision de Steff que tiene nuestra Septa :( xD

Ayrell dijo...

¡La que se merece, por impío! xDDD

Adelia quiere mucho a su primo, pero le gustaría que no se desviase tanto del camino dictado por la Fe. :P Es un caballero ungido después de todo, a pesar de que prefiera rezarle a los arcianos. Que no se entere, aunque seguro que lo sospecha si no lo sabe ya, siendo que la familia desciende de los Primeros Hombres y que seguramente Erryk no es demasiado devoto tampoco.