1 de agosto de 2012

Thortonsetas y otras aclaraciones

Más o menos ha quedado claro, o camisetas sin retrato o camisetas con caricatura chibi. Ahora propongo dos posibles versiones de la camiseta sólo con logo. Una en la que sale el logo, lema de la casa y descripción de esta y otra sin descripción. ¿Cual os gusta más?

Otra cuestión importante, el material de peso no lo tendré preparado hasta el viernes. Es decir la crónica de Axel Whitehill, y varios descripciones y retratos que estoy preparando, además de la actualización de la genealogía de la casa, como me recordó Carlos. También quiero hacer para antes del viernes una mini-crónica aunque sea de lord Erryk Thorton señor de Rasgacielos.

Además, para las partidas estoy preparando dos personajes nuevos que estoy seguro que os encantarán, bueno, uno de ellos sí, el otro no. Otra cuestión que hay que aclarar es si seguiremos jugando este viernes, hablado y ya me lo decís. Necesito saberlo, pues he de preparar una buena traca, sino pues me centro en las crónicas.
31 de julio de 2012

La tres veces prometida

Lyn Dawson, hija de lord Arthur Dawson de Fuerte Sombrío. Su feudo colinda con las tierras Thorton. La familia Dawson había amontonado un enorme cúmulo de deudas. Su padre para intentar solucionarlo predispuso el matrimonio de Lyn con un rico mercader. La muchacha se opuso frontalmente, hasta que un día decidió escaparse. Pero unos forajidos la capturaron y la vendieron a un prostíbulo de Desembarco del Rey.

Los Thorton la encontraron y la quisieron devolver a su padre, de hecho Aran Thorton consiguió seducirla, pues ella, tras la muerte de su hermano pasó a ser la heredera de su casa. Ambos decidieron pedirle a su padre lord Arthur que bendijera y autorizada el matrimonio entre ambos. Pero entonces Aran conoció a Helya Tintalle, y quisieron casarse. Para que Aran se librara de su compromiso con Lyn convencieron a Ser Stefford para que se casara con ella. Lyn accedió a desgana, pues a quien ama es a Aran, pero perdió aquella batalla y no le quedó más remedio que aceptar la mano de Ser Stefford, un hombre que casi le dobla en edad. La relación entre ambos es cortés, pero gélida en lo sentimental.

Stefford y Lyn, cuando consiguieron la autorización de Ser Arthur para que se casaran este fue arrestado por impago a la corona, siendo encerrado en la Fortaleza Roja, en Desembarco del Rey. Este acontecimiento ha dejado en el aire el compromiso de ambos.

Lyn es una muchacha manipuladora, posee una enorme belleza y sabe jugar muy bien sus armas de mujer. Aunque está profundamente dolida por el desprecio que supuso el rechazo al que fue sometida por Aran Thorton. Sabe que algún día podrá vengarse de Helya y quizá, sólo quizá en ese momento Aran podrá volver a ser suyo.

29 de julio de 2012

Thortonsetas

Stefford ya desde hace un tiempo quería una camiseta stefforiense, por ello en un momentín he diseñado una thortonseta stefforiense. Con aires thortonianos y a una tinta para que se haga sólo con una plancha, así resultarían más baratas. De todas formas Stefford quería un chibi-stefford... pero bueno, eso siempre se puede arreglar :P



Aquel jugador que la quiera sólo tiene que pedirla y se la haré sin ningún problema. Quedaría "supahcool" que todos la lleváramos en persona en una de las partidas. Además siempre valdría para el recuerdo. Intentaré hacer otras versiones a ver que os parecen, también el color, si no consideráis correcto en negro también se puede cambiar.

28 de julio de 2012

Stefford Thorton vs Meryn Trant

El "trailer" del nuevo enfrentamiento en el Torneo de la Mano del Rey, Ser Stefford Thorton contra Ser Meryn Trant: La Venganza. Próximamente en su partida de rol.


Nota: Obviamente es un vídeo de coña.

Partida de prueba en Roll20

Ayer probamos Roll20, el nuevo portal web que nos permite jugar partidas de rol. Debido a la dispersión del grupo vamos a optar por este formato para asegurarnos que todos puedan participar en las partidas. Hay que admitir que es una herramienta en pruebas muy potente, aunque aun está en fase beta y tiene sus fallos.

Empezamos la partida a las 21:30, y acabamos prácticamente a las 2. La impresión fue bastante buena, aunque no estamos acostumbrados a pisarnos a través de chat de voz. Aun así nos hemos ido adaptado y aunque al principio no parecíamos cómodos al ir avanzado la noche nos hemos ido adaptando bastante bien.

Y por supuesto... ¡Muchas ganas de repetir! :D
27 de julio de 2012

Adelia #0


Nota: Esta crónica es anterior a las que se han escrito hasta ahora. Sucede justo antes de la crónica de Stefford#1, la primera. Es introductoria sobre el personaje de Adelia, y redactada por su propia jugadora. Como es posible que salgan más crónicas anteriores cronológicamente hablando crearé una sección para ordenarlas todas como los Siete mandan.


Era una mañana fría, lo que venía siendo habitual en los últimos tiempos. Adelia, septa de la casa Thorton, se encontraba en uno de los salones de estar de la fortaleza de la casa Tintalle, sentada en un cómodo sillón y mirando a través del cristal de la ventana que se encontraba ante sí cómo la bruma se desplazaba perezosamente sobre los árboles del bosque colindante. Lo veía sin verlo realmente, la mirada perdida y los pensamientos muy lejos.

Aquel día su estado de ánimo era igual de sombrío que las nubes grisáceas del cielo. La noche pasada no había dormido bien: había vuelto a tener aquel mismo sueño, el que siempre esperaba que no volviese a repetirse, la pesadilla que la perseguía desde hacía ya catorce años, la que la devolvía al asedio a la fortaleza de su difunto esposo y volvía a convertirla en testigo de todos los horrores que allí habían tenido lugar. La muerte, la sangre, los despiadados soldados de los Targaryen… cerró los ojos para ahuyentar las imágenes y se estremeció. Solo recordarlo le hacía sentir un nudo en la boca del estómago, y e incluso tuvo la impresión de que de repente hacía aún más frío en la habitación.

Lo cierto era que, aunque cuando era más joven solía tener aquella pesadilla varias veces por semana, en la actualidad la aparición del sueño era cada vez más espaciada en el tiempo. Sin embargo, el efecto que producía en su estado de ánimo seguía siendo el mismo: la sumía en un extraño estado de melancolía contemplativa que parecía acompañarla todo el día, y despertaba en ella pensamientos que habitualmente no tenía, ideas furtivas y especulativas sobre su pasado, su presente y su futuro; las cosas que eran y las que podrían haber sido.

Oyó el sonido de la puerta abriéndose y volviendo a cerrarse de forma apresurada a sus espaldas, pero estaba tan inmersa en sus reflexiones que apenas le prestó atención; tan solo era vagamente consciente de que alguien había entrado en la habitación, y la extraña pesadumbre que la invadía parecía dominar su atención e impedirle reaccionar como normalmente lo habría hecho, dejándola ensimismada.
Al de la puerta le siguió el sonido de una voz que conocía bien:

Bu…buenos días, septa. Llego tarde, lo siento mucho… Es que, bueno, veréis… Se oyó el sonido de pasos suaves sobre el suelo y el de las faldas de su interlocutora moviéndose en el aire. Luego un silencio y la voz otra vez, esta vez menos apremiada y en un tono más suave.

… ¿Tía Adelia? ¿Os duele la cabeza? ¿Queréis que vaya a pedirle una tisana al maestre? Una mano suave se posó sobre la suya, y este gesto consiguió hacerla reaccionar por fin. La septa alzó la mirada y se encontró con los grandes ojos oscuros de Bethany, la hija de su primo Erryk, mirándola con preocupación.
Sonrió suavemente, enternecida. Bethany era una muchacha dulce y de buen corazón que parecía tener el don de percibir la inestabilidad emocional en otras personas. Tan solo la llamaba «tía» cuando notaba que Adelia no se encontraba en plena forma, y, aunque la septa se esforzaba por que no lo hiciera, la muchacha solía advertirlo enseguida. No era de extrañar, ya que pasaban la mayor parte del tiempo juntas, y Adelia se había encargado de su educación desde que había vuelto a Rasgacielos para encargarse del septo unos ocho o nueve años atrás, cuando la joven no era más que una niñita. También se había ocupado de Aran, el hermano mayor de Bethany, pero este siempre había sido más independiente, y, además, no había tardado en dejar la fortaleza al convertirse en un pupilo de la casa Frey, con lo que su relación no había podido volverse igual de estrecha.

A pesar de todo, Adelia se recriminó a sí misma el haber permitido que Bethany se inquietase por su causa. Debía mantenerse fuerte en todo momento y ser un ejemplo para la joven; la vida de una dama de noble cuna no siempre era un camino de rosas, y era importante que la muchacha supiese estar siempre a la altura de las circunstancias. Cogió la mano de su protegida en un gesto tranquilizador y se puso en pie.

––Perdonadme, querida. Estoy bien, tan solo estaba un poco… distraída ––Observó a Bethany de arriba a abajo con ojo crítico, lo que hizo que la muchacha y su expresión volviesen a tensarse––. Lleváis el lazo torcido y la falda arrugada. Además, una dama de noble cuna no debe llegar tarde a sus citas, y mucho menos excusarse murmurando.

La regañina, aunque pronunciada en un tono mucho más suave de lo habitual, hizo que Bethany bajase la mirada. Adelia suspiró, sonrió y separó su mano de la de la joven para acariciarle suavemente el cabello negro, hablándole con cariño.

––Estoy segura de que la próxima vez no ocurrirá. Os agradezco que os hayáis preocupado por mí. Sentaos a mi lado, por favor.
––Sí, septa Adelia.

Mientras la muchacha tomaba asiento en el sillón contiguo al que ella ocupaba hacía unos minutos y buscaba en un cestito de mimbre las labores de costura que iban a continuar aquella mañana, Adelia se encontró preguntándose en qué momento exacto de su vida había pasado de ser «lady Adelia» o incluso tan solo «Adelia» a «la septa Adelia». Si se lo hubiese preguntado a cualquiera, ese alguien habría respondido que la respuesta era bien sencilla; era obvio que aquel cambio había tenido lugar cuando realizó los votos y se convirtió en una sierva de la Fe de los Siete: sin embargo, para Adelia la pregunta tenía un sentido mucho más profundo. A veces sentía que la persona que era, que había sido, había quedado eclipsada por la septa. Casi tenía la impresión de haberse convertido en un icono, su yo anterior anulado por todo lo demás.

Al encontrarse divagando de nuevo, no pudo evitar suspirar. Pensar en cosas así no iba a servirle de nada. Su fe en los Siete era incontestable, y el efecto positivo de su devoción a ellos en su vida, innegable. No habría cambiado su situación actual por cualquier otra, pero aquella dichosa pesadilla siempre le traía ese tipo de pensamientos. Quizá era una prueba del Dios de los Siete Rostros.
Bethany charlaba animadamente de fondo, hablándole sobre los lugares que había visitado en la fortaleza y las historias que había oído. Era obvio que estaba entusiasmada de haber viajado hasta allí, y desde luego el viaje no había estado escaso de emociones. Adelia sonrió mientras escuchaba la emoción en la voz de su protegida. Después de todo, en las tranquilas tierras de los Thorton nunca pasaba nada digno de mención, y se recordaba a sí misma cuando tenía la edad de Bethany siendo presa del mismo hastío que sin duda sentía diariamente la muchacha. Sin duda viajar resultaba una experiencia positiva para ella.

––¿Cuándo nos marcharemos, septa? ––preguntó la muchacha, alzando la mirada de sus bordados para mirarla.
––Pronto. Vuestro tío Stefford empieza a comportarse como un tigre herido y a quejarse constantemente, lo que quiere decir que está recuperándose de sus heridas ––respondió Adelia, resoplando ligeramente. A pesar de lo mucho que quería a su señor primo, tenía que admitir que a veces la exasperaba... especialmente cuando estaba herido o enfermo.

Bethany rió divertida ante las palabras de su septa, y pareció ir a responder en el mismo tono de chanza, pero entonces pareció recordar algo y quedó súbitamente silenciosa.
Adelia la miró con curiosidad. Conocía bien esos silencios. Significaban que Bethany quería pedirle algo sobre lo que no estaba segura de tener su aprobación. Continuó mirándola fijamente durante unos instantes y observó cómo la muchacha dudaba, abría la boca para decir algo, volvía a cerrarla y finalmente se decidía a hablar:

––Eh, bueno, esto… ––Bethany pareció darse cuenta de que estaba murmurando de nuevo y se irguió en la silla, diciendo el resto de corrido––. Harren me ha pedido que vaya a pasear con él esta tarde. Dice que hay unos almendros muy bonitos detrás de la fortaleza, y que quiere enseñármelos––. A medida que hablaba, la voz de Bethany parecía perder intensidad, amedrentada por la inquisitiva mirada de Adelia, que giró el rostro hacia la ventana y pareció pensativa durante lo que a la joven sin duda debieron parecerle siglos antes de contestar.
––…Está bien ––sentenció finalmente, sonriendo al ver que Bethany parecía más sorprendida que contenta, sin duda habiendo esperado una cortante negativa ––. Iremos esta tarde ––añadió.

La mirada de la muchacha dejó patente que no había contado con que Adelia les acompañase en aquel paseo, pero era demasiado sensata para protestar. En vez de eso, retomó la costura y cuando habló lo hizo con la mirada fija en la aguja y voz dubitativa.

––El tío Stefford me advirtió que no me acercase mucho a Harren. Me dijo que no debía confiar en él…

Adelia conocía bien a su señor primo, y aquello no le sorprendía. La primera vez que había visto al pupilo venido de la casa Zwerling también a ella le había dado un vuelco el corazón. El cabello plateado y los ojos con brillo púrpura de aquel muchacho le habían hecho pensar en aquellos temidos soldados Targaryen del día fatídico catorce años atrás, y, además, no había más que mirarlo con atención durante unos minutos para darse cuenta de que estaba lejos de ser un muchacho ingenuo e inocente; el rostro huidizo, la mirada esquiva, la expresión de desdén y desconfianza que asomaba a sus ojos tan pronto creía que nadie lo observaba... a pesar de que la fachada de perfecta cortesía que había mostrado al llegar la había convencido incluso a ella, ahora le resultaba fácil ver la personalidad taimada que se escondía tras ella.
Sin embargo, no dejaba de ser un chiquillo de apenas quince años al que habían enviado lejos de su casa, probablemente contra su voluntad. Adelia carraspeó suavemente para aclararse la garganta y respondió a Bethany con voz tranquila.

––Vuestro tío os ama con locura, y quiere lo mejor para vos. Debéis prestar atención a todo lo que os diga y obedecerlo, pero sin dejar que los prejuicios os nublen el juicio. Harren acaba de llegar a Rasgacielos y aún no se ha adaptado a la vida allí. Sed cortés con él, pero no permitáis que la cortesía se convierta en algo más. ¿Me comprendéis?

La miró. Bethany enrojeció hasta la médula, lo cual quería decir que la comprendía perfectamente. Adelia entendía la inquietud de ser Stefford; Bethany y Harren tenían aproximadamente la misma edad y estaban en plena pubertad… ella misma había comenzado a rezar a la Doncella cada día para que Bethany no cometiese una locura, ya que últimamente sus temas de conversación oscilaban entre los caballeros más famosos de Poniente y los muchachos bien parecidos con los que se cruzaba a diario. Además, había visto cómo el joven trataba con poco disimulo de hacerle la corte a la muchacha cada vez que ella se ausentaba durante su estancia en las tierras de los Tintalle, y sin duda también su señor primo lo había visto; probablemente aquello era la razón de la advertencia dada a su adorada sobrina.
A pesar de todo, Adelia tenía confianza en la muchacha, a la que sabía sensata y consciente de su posición y obligaciones.

––Por… ¡por supuesto, septa Adelia! ––Estaba diciendo aquella, visiblemente incómoda––. Os prometo que no haré nada… indecoroso. ––Parecía azorada, con lo que Adelia decidió cambiar de tema. Dejó caer el bordado sobre el regazo y se dirigió a la muchacha con expresión relajada, apoyándose en el respaldo del asiento.
––Beth, querida, ¿por qué no cantáis algo? Cantad esa canción sobre la Madre que aprendimos en la pasada cosecha. ¿La recordáis?

Bethany pareció relajarse y sonrió, aliviada de poder cumplir la petición de la septa sin más problemas, y tras asentir se puso en pie y comenzó a entonar con voz suave la balada dedicada a la Madre que Adelia le había enseñado:


Madre gentil, fuente de toda piedad, salva a nuestros hijos de la guerra y la maldad, contén las espadas y las flechas detén, que tengan un futuro de paz y de bien.

Madre gentil, de las mujeres aliento, ayuda a nuestras hijas en este día violento, calma la ira y la furia agresiva, haz que nuestra vida sea más compasiva.

La septa cerró los ojos unos instantes, escuchando la voz de Bethany. Aunque su entonación y su afinación requerían aún cierto trabajo, la muchacha tenía una bonita voz, y resultaba agradable escucharla. Además, le complació que recordase la letra, ya que aquello probablemente significaba que la había estudiado.

Sin embargo, y por alguna razón, la canción la llevó de vuelta a la melancolía que no parecía dispuesta a abandonarla aquel día. Se encontró pensando en su anciana madre, lady Rosey, y preguntándose cómo habría sido ser madre ella misma. No había pasado mucho tiempo con su señor esposo antes de que él tuviese que marcharse a la guerra, y no habían llegado a concebir ningún hijo. Al convertirse posteriormente en una septa, había renunciado a la posibilidad de volver a casarse y tener hijos legítimos. En el momento de enviudar, probablemente debido a su inestable estado emocional, nadie le había dicho nada al respecto, pero varios años más tarde la Adelia adulta había comprendido que por propia voluntad le había quitado un peso de encima a su familia al decidir convertirse en novicia en el septrio: después de todo, ¿qué habría hecho su padre, noble de una rama secundaria de los Thorton, con una hija viuda de catorce años?

Volvió a suspirar, sintiéndose inquieta, y se dio cuenta de que Bethany había dejado de cantar y la miraba confundida.

––¿He dicho mal alguna estrofa, septa Adelia? ––preguntó, mordiéndose el labio inferior.
––No, querida mía. Lo habéis cantado muy bien. Le diré a vuestra señora madre que tenéis una voz preciosa. ––Adelia se puso en pie también––. Sé que es temprano, Bethany, pero voy a retirarme para dedicar una oración a los Siete Rostros de Dios.

Era verdad que era temprano. Normalmente habrían pasado juntas aún un par de horas más, pero Adelia sentía que una sesión de fe y contemplación religiosa le ayudaría a ordenar las ideas y tranquilizarse, de modo que abandonó el saloncito tras prometerle a una inquieta Bethany que se reunirían antes de la hora de comer. Se preguntó si la muchacha iría corriendo a contarle a ser Stefford el extraño comportamiento que tenía su septa aquel día, y si Stefford se conformaría con tratar de adivinarlo o bien le preguntaría por ello. Sin duda no tendría que esperar mucho para descubrirlo.

El maestre Klam de la casa Tintalle, antiguo detractor de todo lo relacionado con la religión, había organizado la creación de un pequeño septo improvisado dentro de la fortaleza para que Adelia no tuviese que ir hasta el pueblo a rezar. Pensar en las razones de aquel cambio de actitud casi hacía que se sintiese mareada, pero no tuvo tiempo de reflexionar mucho sobre ello, ya que uno de los elementos claves de dicho cambio la esperaba dentro del septo; era la bellísima Lyn Dawson, única heredera de la malograda familia Dawson, antigua prostituta en Desembarco del Rey, actual prometida de su primo Stefford y la muchacha a la que, contra todo pronóstico y de algún modo que tan solo el Dios de los Siete Rostros conocía, Adelia había conseguido salvar de un veneno mortal en el último momento. Estaba arrodillada frente a la efigie improvisada de la Madre con los ojos cerrados cuando la septa entró, pero al oírla y verla se levantó rápidamente, acudiendo a su lado y tomándole las manos entre las suyas.

––¡Santa Adelia! Mi señora, cuánto me alegro de veros. Creí que habríais venido al alba y que ya no tendría ocasión de coincidir con vos.
Si no hubiese sido impropio de una dama y una septa, Adelia habría puesto los ojos en blanco en aquel preciso momento. Se contentó con suspirar y mirar a Lyn con expresión cansada.

––Querida, por favor, dejad de llamarme así. Es casi un sacrilegio para el Dios de los Siete Rostros, bien lo sabéis. No fue un milagro lo que os salvó la vida, fueron las técnicas de sanación que aprendí curando a los enfermos que llegaban al septrio cuando era más joven. Ya os lo he explicado varias veces.

El brillo de gratitud en los ojos de la muchacha hizo que Adelia comprendiera que no iba a dejar de llamarla «Santa Adelia», al menos no durante una buena temporada. Todo era culpa de ser Stefford, por llenarle la cabeza de pájaros con la historia de lo que había ocurrido en el sencillo septo del pueblo, aunque lo cierto era que ni siquiera la propia Adelia podía explicarse lo acontecido allí. En un momento se encontraba observando y palpando el cuerpo lleno de manchas de una pobre mujer a la puerta del septo, y al siguiente estaba viendo cómo las manchas desaparecían súbitamente y escuchando los gritos que clamaban a un milagro. El lugar había empezado a llenarse de gente, y todo se convirtió en escándalo y confusión. Había intentado ayudar a otra persona, pero eso solo había conseguido que la multitud los acorralase a ella, a Bethany e incluso al joven Harren y su guardaespaldas dentro del lugar. Había sido una experiencia espantosa, y aunque al principio ella había creído que todo había sido obra del maestre Klam para hacerle pasar un mal rato, resultó que después de la recuperación de Lyn incluso aquel decía que pensaba convertirse en septón y negaba rotundamente la posibilidad de que cuanto ocurrió no fuese un milagro llevado a cabo por Adelia. En cualquier caso, a Stefford la historia le había parecido de lo más divertida, y ahora clamaba a los cuatro vientos y a cualquiera dispuesto a escucharle que su prima era una septa que hacía milagros. Ella no quería ni plantearse la posibilidad de que lo que decía fuese cierto; la mera idea era sacrílega. Sin duda todo había sido fruto de la casualidad y las circunstancias; ella no era más que una humilde sierva más del Dios de los Siete Rostros, después de todo.

––Mi señora, vos salvasteis mi vida cuando a nadie más le importaba, y siempre os estaré en deuda. Gracias a vos, mi fe en los Siete se ha afianzado, y me está dando fuerzas para seguir adelante. Ahora sé que la Madre me protege desde los cielos. ––Lyn sonreía, pero Adelia no pudo evitar sentir pena por ella. Tras su sonrisa y el afecto reflejado en sus gestos se escondía una profunda tristeza y un infinito cansancio que se reflejaban en lo más profundo de sus ojos, a pesar de que no tenía más que dieciocho años. La corta vida de aquella joven había sido turbulenta, y aunque la septa consideraba que tendría que haber cumplido con su deber y aceptar el matrimonio que su padre había organizado para ella, no podía evitar pensar que no merecía todas las desgracias que habían caído sobre su nombre y su familia.
––La vida siempre es importante, muchacha; nunca debéis decir que no le importáis a nadie, porque no es verdad. ––Adelia soltó las manos de la joven y se adentró en la sala, contemplando las efigies de los Siete Rostros de Dios unos instantes antes de volverse para mirarla nuevamente––. A mí la Fe me salvó en el peor momento de mi vida, querida, y  estoy segura de que tendrá el mismo efecto reparador para vos. La Madre y el Padre os protegen desde el cielo, y mi señor primo lo hará en la tierra. Ser Stefford tiene buen corazón, y estoy segura de que se esforzará por haceros feliz.

––Sí, ser Stefford es... es muy bueno conmigo ––dijo la joven finalmente tras unos instantes de silencio. Sin duda aún lamentaba la pérdida de su compromiso con el joven Aran, al que había llegado a amar. Adelia no sabía cómo consolarla, y dudaba ser capaz de hacerlo en aquel momento. Las heridas de Lyn eran de las que si se sanaban lo hacían poco a poco, con el paso del tiempo y la llegada de épocas mejores. Extendió la mano hacia ella.
––Acercaos, querida. Recemos juntas. Estoy segura de que a ambas nos hará bien.

Lyn obedeció, y se arrodillaron juntas ante los Siete Rostros de Dios. Adelia cerró los ojos y comenzó una plegaria silenciosa. Las cosas habían sido difíciles últimamente, y los anuncios de la llegada del invierno no auguraban que fuesen a mejorar, pero aunque los acontecimientos trastocasen los mismos cimientos de quiénes eran, todos tendrían que sacar fuerzas de algún modo para salir adelante. Ella y probablemente también la joven Lyn apelarían al Dios de los Siete Rostros y a su familia para conseguirlo. No podía saber de dónde sacaría las energías el resto, pero Adelia seguiría esforzándose para transmitirles su fe, esperando que les ayudase como había ayudado a la joven que se encontraba a su lado. Aquel era su deber, después de todo; el camino que había elegido cuando el que había seguido siempre se derrumbó bajo sus pies hacía ya catorce años.

Y, en aquel preciso momento, arrodillada como tantas otras veces ante los Siete Rostros, el Padre, la Madre, la Doncella, La Vieja, el Guerrero, el Herrero y el Desconocido, supo con toda certeza una vez más que no se había equivocado al elegirlo.
26 de julio de 2012

R'hllor está del lado del master

Esta foto tiene algún tiempo, es de cuando empezamos a jugar a Canción de Hielo y Fuego JdR. Es un claro ejemplo de que R'hllor estaba y está del lado del master. Esta tirada representaba un ataque contra ser Stefford, el pobre se quedó tiritando y con dos heridas graves. En ese mismo instante el master disfrutó y saboreó la sensación de miedo que se dibujaba en la desencajada cara del jugador. Muchos diréis... eso es trampa, habéis puesto los dados sobre la mesa en esa posición... pero yo os diría... preguntadle a ser Stefford si esa tirada fue real o no...

Además, la ficha de un nuevo personaje, Axel Whitehill ya está subida. Han sido necesarias dos cortas semanas para que me dignara a hacerlo, cada vez soy más rápido, me asombro a mi mismo. ¡Bienvenido Axel al blog y al oscuro mundo de Canción de Hielo y Fuego! 

P.D: La ficha del fondo pertenece a un personaje descatalogado, la tenía dentro de la funda y salió en la foto.